Perdonar es beneficiar el alma del rencon, el odio y el resentimiento. Vivimos en un mundo difícil, convulsionado y crítico. Los afanes del diario vivir nos hacen casi que perder la conciencia de lo que somos y aún de lo que queremos. No tenemos tiempo de hablar, pero tampoco lo tenemos de escuchar.
Vamos por la vida actuando de una manera tan mecánica que nos cuesta percibir lo que pasa en nuestro entorno con todas aquellas personas que de algún modo tienen que ver con nosotros: nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos, nuestros vecinos, etc.

¿Cómo surgen las ofensas?

Estamos tan ensimismados en nuestros problemas, pensamientos e inquietudes que probablemente no saludemos, no respondamos a quien nos habla, no contestemos a una pregunta, no cumplamos con algún compromiso, o cosas por el estilo.
Estos comportamientos son bastante inadecuados y en muchas ocasiones dañan y ofenden a las personas involucradas. Y sin embargo no son intencionales, porque son el producto de la rutina diaria. ¿Resultado? Sencillo. Sin querer y sin darnos cuenta hemos ofendido a alguien. Esa persona ofendida está tan dolida por nuestro desplante que probablemente se esté imaginando cosas acerca de nuestro comportamiento hacia ella, haciéndose muchas preguntas y sacando conclusiones, y dejando cada vez más que ese resentimiento crezca.
¿Y nosotros? Tranquilos, sin darnos cuenta de la gravedad del asunto, pero ya sin querer nos hemos ganado una enemistad. Este tipo de situaciones suceden a diario, porque son el resultado de la vida tan acelerada que vivimos.
Ahora bien, ¿y si fuera al revés? ¿Le pasó alguna vez algo semejante? ¿Se sintió ofendido por alguna desatención de alguien especial hacia usted y quizás rompió su relación con él o ella sin esperar siquiera una explicación?

Cómo nos afectan las ofensas

Reflexionando acerca de este tipo de situaciones nos damos cuenta de la forma tan simple y ligera con la que solemos juzgar a las personas, sin mirar mas allá de lo que vemos. Es increíble cómo vamos acumulando resentimientos en nuestro corazón, por cosas insignificantes y sin sentido que poco a poco dañan nuestra paz y nuestra tranquilidad.

Ofensas como resultado de hechos reales

Sin embargo, hay ocasiones en las cuales de verdad hemos sido dañados por alguien en una forma real, ya sea de una manera física o psicológica, en nuestra propia persona o en alguien a quien amamos profundamente.
Una situación semejante sí que genera resentimientos reales y justificables. Sentimos ira, dolor, tristeza, frustración, amargura, rencor, odio y aun serios deseos de venganza. Cuando sucede algo así perdemos el control y la compostura, y por supuesto a lo que menos estamos dispuestos es a perdonar. ¿Perdonar? ¿Cómo puede ser posible perdonar cuando nos hacen tanto daño? Eso no tiene perdón.
Lo peor de todo es que, en medio de tanto dolor, seguimos alimentando esa rabia y rencor que por supuesto nos sigue generando más dolor, convirtiéndose en un terrible círculo vicioso del que nos cuesta demasiado salir; o peor aun, del que no queremos salir.

Aprender a perdonar

Al perdonar creemos estar beneficiando al ofensor, y eso es lo que lo hace tan difícil. Sin embargo, la falta de perdón a quien realmente daña es a nosotros mismos y actúa en nuestro corazón, como una herida física, que si no se limpia y libera de todas esas células descompuestas y dañadas no sana; por el contrario, se contaminará más y más, alcanzando y dañando a otras células sanas.
La madre Teresa de Calcuta dijo alguna vez: “El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá también el que te ha ofendido”.

El perdón sana el alma y el cuerpo

Aprender a perdonar mejora nuestro bienestar físico y emocional, porque perdonar es sanar. Esto lo demuestran investigaciones realizadas en la Universidad de Stanford, como parte del proyecto del perdón que dirige el doctor Fred Luskin. Según estos estudios, “seguir cultivando el rencor dentro de nosotros mismos obstaculiza nuestro desarrollo personal y profesional, nos conduce a tomar decisiones desacertadas y hace que nuestro cuerpo libere sustancias químicas asociadas con el estrés que tienen un efecto negativo sobre la salud”.
Si su alma se encuentra sana y libre de rencores, su cuerpo estará sano también. Muchos de los males físicos crónicos que afectan a la humanidad tienen que ver con la falta de perdón. Quizás sea por eso que en la actualidad muere tanta gente joven de problemas cardíacos. El Dalai Lama decía: “Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar”.
Perdonar es olvidar el pasado con el fin de liberar y sanar el presente, para poder construir un futuro positivo y estable. Hay que romper el círculo y tomar la sabia decisión de avanzar, y para eso hay que sanar el alma atraves del perdon.